«..La educación, por tanto, no es sino la institucionalización de los campos de adiestramiento y domesticación donde los niños y los jóvenes perpetúan el sistema dominante. Allí acceden al orden simbólico y comienzan su proceso de cosificación. En estos campos -o escuelas de adoctrinamiento social- se reproduce la ideología que legitima al sistema. Los nuevos miembros de la sociedad internalizan la falsa conciencia que bombea como un pulmón artificial, a fin de que todos repitan con más o menos eficacia el mismo discurso. Su idea es que todos digan, sueñen y piensen que éste es el mejor de los mundos posibles. Y que si tiene fallas, no importa porque es mejorable. Pensar lo contrario, es militar en las filas del anarquismo, caer en la locura o llamar a la insurrección.
La estandarización, a decir de Adorno, obliga al sujeto a elegir entre la mercantilización o la esquizofrenia. No hay salida fuera de este molde binario. En esta sociedad preferir el jardín al cemento es visto con desconfianza. Y dependiendo de quién ocupe el poder de turno, esa preferencia puede costar la vida. Cuando el sistema cruje y los borregos se desprenden del rebaño, surgen con eficiencia criminal las cárceles, los golpes de Estado, los allanamientos, las bombas lacrimógenas, las fuerzas represivas, la guerra, etcétera. Mientras eso ocurre, el Estado refuerza la propaganda radial, televisiva y periodística. Así se materializa en la mente de los individuos.«Extracto del Libro «El jardín de las peculiaridades» de Jesús Sepúlveda.